ENSEÑAR A LOS NIÑOS EL OPTIMISMO Y LA ALEGRÍA
Algunos chicos a pesar de su prematura edad, han perdido lo más bello que tiene la niñez y la juventud: la alegría. Tal vez las condiciones del ambiente han ayudado a que esto suceda, pero hay que prender las alarmas ante el aburrimiento y las caras largas de algunos de ellos, a pesar de tener todo para ser feliz.
La felicidad es un aprendizaje como cualquier otro. Puesto que en gran medida, la felicidad depende de la propia actitud y voluntad para alcanzarla y no como se suele pensar que la felicidad está sujeta a factores externos. De ahí el llamado a educar a los hijos en ambientes positivos y alegres, teniendo en cuenta que son como esponjas que absorben el clima emocional que les rodea.
La familia como escuela de la felicidad
La familia es el espacio por excelencia donde se cultivan los valores y se forja la personalidad, siendo determinante para el desarrollo humano. Es en este contexto donde las personas aprenden cómo es la vida y con ello las actitudes ante ésta, siendo el optimismo el mejor camino.
“Los chicos absorben como esponjas el clima emocional que pueda expresarse en el hogar. Si les mostramos con el ejemplo que alimentamos las emociones positivas, a medida que se vayan desarrollando, crecerán fortaleciéndose y dejando de ser propensos a experimentar emociones negativas, y serán ellos generadores de climas emocionales positivos y optimistas”. Asegura en sus columnas María Laura Cortés, psicóloga y coach argentina.
Los expertos dicen que la enseñanza de la alegría parte de los valores como el perdón, la solidaridad, la confianza, la construcción de relaciones empáticas y el amor. Igualmente resaltan la importancia de transmitirles a los hijos el valor de los sueños y la capacidad de sacar provecho de las situaciones difíciles.
Estrategias para educar en positivo
Las siguientes son recomendaciones a tener en cuenta en la educación de los hijos, siendo una labor constante y permanente para logre tener la incidencia necesaria en el proceso educativo:
- Enseñarles a los hijos a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, de las situaciones sencillas pero enriquecedoras, de los regalos que nos da la naturaleza… Hay que volcar la mirada hacia el tablero blanco sin detenerse en el minúsculo punto negro.
- Invitar a los hijos a que valoren la vida con sus días de color y sus días grises, poniendo una actitud positiva y sacando provecho de las situaciones difíciles.
- Enfatizar en realizar adecuadamente los procesos, más allá de los resultados obtenidos. Hacerle mayor énfasis al esfuerzo y la perseverancia.
- La gratitud es una de las vías que conducen a la felicidad. Es importante enseñarles a los hijos a agradecer todo lo que reciben y que por momentos se les hacen invisibles: los alimentos, la familia, los amigos, la posibilidad de estudiar, de compartir con otros, de aprender, de respirar… Para fomentar este valor, se aconseja que los hijos observen las experiencias de personas con menores posibilidades que las suyas y aún así son alegres con la vida que tienen.
- La autoestima es otro elemento determinante para ser feliz. Educar a los hijos bajo el amor, la autoridad asertiva, la seguridad en ellos mismos y la auto aceptación, serán primordiales en esta misión.
- Brindarles las herramientas para que sepan afrontar sus propios retos, dejando que sean ellos los que resuelvan a la medida de sus posibilidades; cada edad tiene sus desafíos. Del mismo modo hay que dejar que se equivoquen y que desarrollen la capacidad para tolerar sus frustraciones.
- Proveer un ambiente alegre, optimista, en el que diariamente haya espacio para el juego, las risas y el humor; es tan beneficio para los adultos como para los chicos.
- El sentirse amado es otra de las fuentes de la felicidad. Los padres deben expresar el amor a sus hijos a través de gestos cariñosos como abrazos, besos, caricias… tanto a las hijas como a los hijos varones.
Está claro que para lograr que los hijos sean alegres y optimistas, los padres deben poner toda su voluntad para lograrlo, y cuanto más temprano comience esta labor mucho mejor. Igualmente no se debe bajar la guardia a medida que los hijos crecen; la adolescencia a pesar de ser una etapa con altibajos, es cuando los hijos más necesitan de un ambiente positivo, comprensivo y alegre.